miércoles, 24 de octubre de 2012

Día de lluvia.

Me encanta este cielo gris, con las nubes pasando rápido y el tiempo deteniéndose por unos segundos y dejando que por unos instantes, no piense en nada. Ni en nadie. El frío acariciando mis labios y cortando los recuerdos que se esconden en ellos. Las hojas secas bajo mis zapatillas creando ese sonido tan típico y perfecto del otoño. El color cálido de los árboles queriendo ofrecernos un recuerdo del caluroso verano a aquellos que en estos días de otoño, lo echamos de menos. Madrid se contiene las lágrimas una vez más bajo una densa capa de nubes, pero al final, no puede más y explota; llora, demasiadas veces creo que me acompaña en el sentimiento y me comprende. Por un momento la ciudad se para. La gente corre por las calles intentando escapar de sus lágrimas, los coches se pelean en el asfalto en un intento fallido de llegar antes a sus destinos, y el kiosco de periódicos cierra para que las historias de un día frenético no se borren del papel. Yo sigo caminando por la ciudad sin rumbo, de momento, con los cascos para evadirme de todo, a falta de buenos recuerdos.

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Recuerdos